viernes, 25 de septiembre de 2009

El bautismo del agua

Todo tiene un sentido mágico, ¿no?, pero no lo apreciamos hasta que algo o alguien lo tilda específicamente; lo resalta o destaca de entre lo mundano. Un momento oceánico hecho paquete de regalo.

Lo emocionante de un viaje, por ejemplo, de por sí, brilla con excepcionalidad en la cresta de lo novedoso.

Adquiere un tinte inquietante; el estómago se nos remueve por los nervios.

Ultimar los detalles, prepararse para lo previsto e imprevisto.

Y tras el inicio de la aventura… lo presente, grabando cada segundo con fidelidad, nuestros sentidos ahondando en una dimensión recién descubierta.

Hay veces que si tu vida toma un cambio, ese periplo es el comienzo de una rutina; un vuelo a otra ciudad, un tren a otro pueblo. Calles extrañas (intentando memorizar su ubicación para no perderte), transportes diferentes, olores distintos en estrenadas compañías, habituarte a la nueva cama (ay mi espalda… qué vieja me hago), buscar ese kiosko donde comprar el periódico de los domingos. Suspirar y acomodarse.

Pero en Madrid no. Aquí cada jornada es un episodio sin parangón.

Qué ciudad. Se reinventa cada día, y no es la misma metrópoli atizando Lorenzo que llorando el cielo. Recorriendo sus distritos a pie o en bicicleta. Hermosa, histórica, moderna y babeliana. Estresante, sí, estresante hasta las trancas pero interesante hasta la médula.

Hoy una tormenta de verano ha caído mientras compartía una excelente tarde con mi compañera, en la Plaza Oriente junto al Palacio Real. Y no sé si era por el calor acuciante acumulado en mi organismo las últimas dos semanas, pero he agradecido cada gota que ha caído del cielo. Ha sido el agua bautismal de mi proyecto (el de éste viaje, que jamás se convertirá en usanza). Y una alegría me ha recorrido de pies a cabeza. He querido bailar bajo el agua al estilo Gene Kelly al pasar por La Almudena, y no me importaba estar calada y no encontrar una boca de metro. El frío y la necesidad de estar bajo techo ha formulado la excusa perfecta para buscar un Starbucks y así disfrutar de un intenso (y caro) café. Por mí como si granizaba. Todo era perfecto. Y mi idea de pasar los próximos dos años en esta ciudad centelleó como la sonrisa más alegre de un anuncio de pasta dentífrica.

Para más inri llegó a casa y me da por escuchar una clásica canción. Y encuentro esto: http://www.youtube.com/watch?v=Ksfy_ooMKn0.

Es mi segunda semana en Madrid y por fin mi existencia toma forma, gracias a esta ablución, emocionándome por todo lo que me espera, sabiendo que con cada alboreo la experiencia se reinventa, y recordando el simbolismo del agua como corona de esta reflexión.

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