domingo, 27 de septiembre de 2009

Paisaje con sombras - Laurie R. King


"[...] Kate todavía no había cumplido los treinta, había vivido en dieciocho casas, y nunca, hasta entonces, había entendido cómo podía la gente tener un sentimiento de posesión por cuatro paredes. Ahora, ella también lo tenía. Quizás haya que poner mucho esfuerzo en una casa para que se convierta en tu hogar, pensó mientras miraba los coches tomar la curva. O tal vez fuera que hasta entonces siempre había vivido en casas prefabricadas. Resulta un poco difícil enamorarse de una casa hecha de contrachapado y tela de gallinero.
Aquella casa era de lo más antiguo que puede encontrarse en San Francisco, donde hasta el histórico edificio de la Misión no es más que una reconstrucción. Sus paredes habían olido el incendio de 1906, que destruyó casi todo lo que todavía había quedado en pie tras el terremoto. Había visto nacer a seis personas y morir a otras dos, y padecido indignidades tales como que la pintaran o verse acosada por absurdas torres llenas de apartamentos disparatadamente caros. Que acabaron tragándose la incomparable vista que antes se disfrutaba desde lo alto de la Russian Hill. Era una digna hija de San Francisco, tiquis-miquis y solemne, absolutamente civilizada y educadamente desatenta ante las excentricidades de los vecinos. Tenía varias balconadas, un montón de madera trabajada a mano, pesadas vigas, suelos irregulares y un cachito de césped del tamaño de un pañuelo a la sombra permanente de las torres arribistas y del árbol del vecino. [...]"

viernes, 25 de septiembre de 2009

El bautismo del agua

Todo tiene un sentido mágico, ¿no?, pero no lo apreciamos hasta que algo o alguien lo tilda específicamente; lo resalta o destaca de entre lo mundano. Un momento oceánico hecho paquete de regalo.

Lo emocionante de un viaje, por ejemplo, de por sí, brilla con excepcionalidad en la cresta de lo novedoso.

Adquiere un tinte inquietante; el estómago se nos remueve por los nervios.

Ultimar los detalles, prepararse para lo previsto e imprevisto.

Y tras el inicio de la aventura… lo presente, grabando cada segundo con fidelidad, nuestros sentidos ahondando en una dimensión recién descubierta.

Hay veces que si tu vida toma un cambio, ese periplo es el comienzo de una rutina; un vuelo a otra ciudad, un tren a otro pueblo. Calles extrañas (intentando memorizar su ubicación para no perderte), transportes diferentes, olores distintos en estrenadas compañías, habituarte a la nueva cama (ay mi espalda… qué vieja me hago), buscar ese kiosko donde comprar el periódico de los domingos. Suspirar y acomodarse.

Pero en Madrid no. Aquí cada jornada es un episodio sin parangón.

Qué ciudad. Se reinventa cada día, y no es la misma metrópoli atizando Lorenzo que llorando el cielo. Recorriendo sus distritos a pie o en bicicleta. Hermosa, histórica, moderna y babeliana. Estresante, sí, estresante hasta las trancas pero interesante hasta la médula.

Hoy una tormenta de verano ha caído mientras compartía una excelente tarde con mi compañera, en la Plaza Oriente junto al Palacio Real. Y no sé si era por el calor acuciante acumulado en mi organismo las últimas dos semanas, pero he agradecido cada gota que ha caído del cielo. Ha sido el agua bautismal de mi proyecto (el de éste viaje, que jamás se convertirá en usanza). Y una alegría me ha recorrido de pies a cabeza. He querido bailar bajo el agua al estilo Gene Kelly al pasar por La Almudena, y no me importaba estar calada y no encontrar una boca de metro. El frío y la necesidad de estar bajo techo ha formulado la excusa perfecta para buscar un Starbucks y así disfrutar de un intenso (y caro) café. Por mí como si granizaba. Todo era perfecto. Y mi idea de pasar los próximos dos años en esta ciudad centelleó como la sonrisa más alegre de un anuncio de pasta dentífrica.

Para más inri llegó a casa y me da por escuchar una clásica canción. Y encuentro esto: http://www.youtube.com/watch?v=Ksfy_ooMKn0.

Es mi segunda semana en Madrid y por fin mi existencia toma forma, gracias a esta ablución, emocionándome por todo lo que me espera, sabiendo que con cada alboreo la experiencia se reinventa, y recordando el simbolismo del agua como corona de esta reflexión.

El partidismo nuestro de cada día - Fernando Vallespín

El País 31/07/2009

La democracia es un sistema político curioso. En su afán por acoger el pluralismo social de intereses y formas de ver el mundo, organiza el gobierno a partir de la concurrencia de partidos representativos de algunos de dichos intereses, valores o ideologías. Aquellos que consiguen el mayor apoyo popular acceden al gobierno y acaban personificando al conjunto de los ciudadanos. Se da así la paradoja de que una parte -recordemos que partido viene del término latino pars-partis- actúa en nombre de todos y se erige en la encarnación del interés general. Hasta ahora no hemos encontrado un sistema alternativo mejor y, en general, funciona. En algunos lugares incluso muy bien. Suelen ser países en los que la cultura cívica de fondo restringe el faccionalismo y obliga a los grupos políticos a anteponer el interés general por encima del estrictamente partidista. Pero todas las democracias suelen tener, además, todo un conjunto de instituciones estabilizadoras, encargadas de asegurar el más riguroso respeto a las reglas de juego y el velar porque determinadas funciones del Estado queden libres de intereses de "parte". Entre ellas podríamos mencionar algunas de distinta naturaleza, como el Tribunal Constitucional o el Poder Judicial como un todo, incluyendo al CGPJ, o a organismos como el Banco de España, la CNMV u otros.
[...]

Para el artículo completo: http://www.elpais.com/articulo/espana/partidismo/dia/elpepiesp/20090731elpepinac_22/Tes